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sábado, 16 de julio de 2011

20º capítulo

                                    El primer día de clase
                                        [Francia, Ciudad de la Torre del Hierro, 10 de enero]



Yumi, Jeremy, Odd, Aelita y Ulrich llegaron a la verja de entrada de la academia Kadic con diez minutos de
retraso.
Al final se habían rendido al sueño. Pero tan sólo una hora más tarde había sonado el despertador. Y allí
estaban, sin resuello y con los ojos ardiéndoles a causa de la noche de insomnio.
—Y vuelta a empezar —comentó Odd.
—Nosotros tenemos dos horas de Química —anunció Jeremy mientras comprobaba los horarios.
—Yo, Historia —añadió Yumi—. Y tengo que salir pitando, que a esta hora la profe ya habrá entrado en
clase.
—¡No, hombre, no! —replicó Odd, contrariado—. Me refería a que... ¿volvemos a empezar con La Ermita y con Lyoko?
—Pues claro que sí —asintió Jeremy—. Buscaremos a la madre de Aelita. Pero dejaremos apagado el
superordenador.
Aelita llevaba al cuello el colgante de su padre.
—De todas formas, ya habrá tiempo de hacer todo eso, ¿no? —dijo Ulrich con una sonrisa.
Yumi se pasó la mochila cargada de libros de un hombro al otro.
—Mi profe, por el contrario, no espera a nadie. Me tengo que ir, chicos.
—Nos vemos a la hora de comer, entonces —se despidieron ellos.
—Vale. Bueno, que tengáis un buen día de la marmota —respondió ella mientras atravesaba la entrada.
Los demás la siguieron de inmediato.
Era el 10 de enero, y por fin había dejado de nevar. Un sol débil pero luminoso hacía brillar la sal que
cubría las calles, y el vial de entrada de la academia Kadic estaba lleno de pequeñas huellas de zapatillas de deporte.
Cinco muchachos muertos de sueño empezaron a correr por el camino helado, contentos de seguir todavía
juntos, a pesar de todo.
Ante ellos se erguía el edificio principal, majestuoso y severo. Pero no tenía nada de amenazador: el sol invernal brillaba en las ventanas cerradas, y el enorme portón estaba abierto, dándoles la bienvenida.
Entraron de un salto.

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