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domingo, 15 de mayo de 2011

15º capítulo

                                                                     Eva Skinner
                                                    [Estados Unidos, California, 9 de enero]
Ya casi eran las doce del último día de vacaciones.
<<Vacaciones>>:
La palabra le atravesó la mente como un molesto picor.
Era un pensamiento de la otra Eva, la que estaba atrapada en una zona periférica de su cerebro.
La nueva Eva había llegado en autobús. Había permanecido en silencio durante todo el viaje, escuchando las charlas de otros pasajeros: gente que volvía del trabajo, mujeres con bolsas de la compra, jóvenes mochileros.
Cuando la mayor parte de la gente se había bajado, Eva había hecho lo mismo. Había continuado a pie mientras seguía escuchando, sin prisa. Había descubierto que Downtown Berkeley se encontraba en la estación de la Bay Area Rapid Transit, la línea de transporte más importante de la zona. Una señora había dicho que con la BART se llegaba hasta San Francisco.
Quién sabe si Francia estaba más cerca que San Francisco.
La muchedumbre fue dispersándose poco a poco. Eva ya se lo esperaba. Era lo que los hombres llamaban <<se está haciendo tarde>>. Entre las anchas calles y los edificios cuadrados de color ladrillo quedaban pocos individuos. Tendría que preguntarles a ellos.
Se levantó del banco en el que había permanecido las últimas dos horas y volvió hacia la estación de los trenes de la BART.
Le echó un ojo a un hombre con un uniforme negro y un palo colgando del cinturón. Poco antes una señora había parado a un tipo vestido de la misma manera para pedirle información, y lo había llamado agente>>.
Así que a los hombres en uniforme se les pedía información.
-Disculpe... agente...-dijo, empleando las mismas palabras que la señora.
-Dime, pequeña -respondió él con una sonrisa.
Era bastante alto, y tenía un cabello escaso y gris, un bigote muy poblado y una barriga prominente que hacía presión, hinchada, contra los botones de su uniforme.
-Disculpe... -repitió mecánicamente Eva-. Información.
-¿Cómo dices? -el agente se rascó la cabeza, perplejo-. ¿Te hacen falta indicaciones?
Eva asintió con la cabeza. La cosa no estaba yendo mal. Trató de sonreír.
-Dónde... Francia.
-¿El hotel Francia? No lo conozco. ¿Tus papás se alojan en él?
No. Esta vez no lo había comprendido.
-Dónde... Francia -repitió-. Francia... francés.
El policía puso los ojos como platos.
-¿Francia? ¿La de Europa? -se rió-. ¿Y pretendes llegar con el BART? Je, je. Ésta es una línea metropolitana, pequeña. Tendría que ir hasta San Francisco, y luego coger un avión desde allí. Aeropuerto, ¿lo entiendes? Volar. Francia está en la otra punta del mundo.
Eva asintió. Entendía <<aeropuerto>>; y sabía lo que eran los aviones. Pero se le escapaba el concepto de <<en la otra punta del mundo>>.
-¡Aeropuerto! -repitió, desplegando otra sonrisa y señalando la estación que tenía detrás.
El policía sacudió la cabeza, preocupado.
-Tú no tienes padres, ¿verdad?
-No -respondió Eva. No estaba preocupada: no tenía ni la menor idea de qué estaba hablando aquel hombre.
-¿Cómo te llamas?
.Eva.
-¿Eva qué más?
-Eva Skinner.
-¿Y estás solita, Eva Skinner?
El policía suspiró, resignado, le sonrió y la tomó de la mano.
-Mira, lo que vamos a hacer es que yo te acompaño al aeropuerto de San Francisco, y tú me enseñas dónde están tus padres. ¿De acuerdo, pequeña?
Le señaló su coche, negro y con las puertas blancas. Sobre el techo tenía un foco azul, largo y apagado.
-Gracias -respondió ella mecánicamente.
Y después se montó en él.

Durante el viaje estudió con atención cómo se manejaba aquel extraño aparato. Parecía fácil: bastaba con poner una palanca en posición de arranque, y luego con uno de los pedales se iba más rápido, y con el otro, más despacio.. El coche se movía deprisa entre decenas de otros coches. A su alrededor desfilaban viviendas y edificios bajos. El foco que llevaba encima se había encendido, e iluminaba de azul, a intervalos regulares, la oscuridad que los rodeaba.
El agente cogió un curioso artefacto, se lo llevó a la boca y le habló.
-Robertson a central. Tengo aquí a Eva Skinner, una niña de unos doce o trece años. Parece algo desubicada. Estaba sola en la estación de Downtown Berkley. La estoy acompañando a la central.
-¡Aeropuerto! -protestó Eva, tironeándole del brazo.
El agente le sonrió.
-Claro que sí, pequeña, luego te llevo. Pero es mejor que primero hagamos un par de averiguaciones, ¿no te parece?
-¿Llamo a asistencia al menor? -graznó la voz dentro de la cajita.
-Perfecto. Así lo despachamos enseguida.
Eva frunció el ceño. Las cosas no estaban saliendo como lo había previsto. Debía de llegar a Fr5ancia, y ya había perdido demasiado tiempo.
-Para.
-¿Qué? -preguntó el agente, inclinándose hacia ella.
-Para. Aquí. Bajo.
-De eso ni hablar, niña. Ahora vamos a la central, donde una señora muy amable te hará algunas preguntas y se ocupará de ti...
-¡Para! -gritó Eva.
¡Oye, oye, niñata! ¡Tranquila!  -protestó el policía, mirándola con intensidad.
Eva le rozó un brazo.
Y el automóvil frenó bruscamente.

El agente había perdido el conocimiento al instante, y ahora yacía, encogido, en el asiento trasero de su coche patrulla. Eva se puso en el asiento del conductor y cogió la cajita negra con ambas manos.
-Robertson a central -llamó. De su boca salió una voz idéntica a la del agente. Un poco ronca. Pastosa. Adulta.
-Aquí central. ¿Aún tiene problemas con esa niña?
Eva se dio la vuelta para mirar al policía desmayado que tenía detrás.
-No -respondió, y sus blanquísimos dientes fueron apareciendo detrás de una sonrisa-. Todo bien. Falsa alarma. ¿Dónde... aeropuerto?
-Agente Robertson... ¿está bromeando? Tiene que atravesar el Bay Bridge, llegar a San Francisco y seguir las indicaciones. Pero ahora traiga a esa niña a la central. Y luego váyase a dormir. Me parece que hoy ha debido hacer algún turno de más.
Indicaciones. Así que había indicaciones.
Debía seguirlas. Tal vez se desplazaban con rapidez.
Perfecto. Cortó la conversación. Luego, canturreando una cancioncilla para sus adentros, Eva pisó el pedal del acelerador.

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