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domingo, 10 de abril de 2011

1º capítulo:

                                   Una mariposa en el fondo del mar
                                                   [Mar del Japón. 21 de diciembre]
Suele decirse que si una mariposa aletea en Pekín, lloverá en Nueva York.
Tal vez también fue exactamente así como sucedió en aquella ocasión, pero es difícil de decir: por mucho que todos se den cuenta cuando llueve, para entonces ya nadie es capaz de localizar a la mariposa responsable de ello...
El martes 21 de diciembre, a las 14 horas y 36 minutos, el barco KNT-17 echó el ancla en medio de las aguas profundas del mar del Japón, y un oficial le comunico a la base de tierra <<Estamos en posición>>
En la base de tierra, Yukiko Itou, una hermosa muchacha japonesa de veintitrés años, estaba a las escucha. Desde su trasquilo escritorio, Yukiko chequeó las pantallas que la rodeaban, se coloc´el micrófono delante de la boca y dijo <<Aquí base. Todo en orden. Poned en marcha a Rovvy cuando queráis>>
El KNT-17 era un barco cablegráfico: su cometido era el de revisar los cables de telecomunicaciones que conectaba Japón con los Estados Unidos. Sólo había un problema: los cables de telecomunicaciones se encontraban a más de mil metros de profundidad bajo la superficie del mar. Y ahí esra justo donde entraba en juego Rovvy, como lo llamaban cariñosamente los técnicos.
Pese a su ridículo mote, se trataba de un robot muy sofisticado, un ROV: Remotely Operated Vehicle. El único capaz de trabajar con toda tranquilidad bajo las inimaginables presiones de los abismos oceánicos.
Desde el monitor de su escritorio Yukiko tenía unas vistas dobles: una del robot (una especie de lata amarilla que una grúa estaba descargando entre las olas) y otra del oficial de abordo, que estaba en cuebierta.
-¿Qué tal estás, delicada criaturilla?- graznó su voz a través del radiotransmisor.
-¿Hablas conmigo?- le dijo Yukiko entre risas.
-¡Qué va, qué te has creído! ¡Estaba hablando con Rovvy!
Otra risotada.
-¡Concentrate en el trabajo, o terminaremos dejando a todo Japón sin internet!

Había pasado seis horas desde el momento en que el cable submarino empezó a griparse, y la cosa era muy preocupante. A través de ese cable pasaba la mayor parte de las llamadas telefónicas y los e-mails que los japoneses mandaban a América, y viceversa. Había que actuar deprisa y con precisión.
Silbando como un torpedo a gran velocidad a sus potentes propulsores a hélice, en poco tiempo Rovvy descendió hasta alcanzar el cable, una gruesa serpiente negra que se extendía hasta el infinito en ambas direcciones por todo el fondo arenoso. A su alrededor el océano estaba sumido en un silencio y una oscuridad absolutos. A esta profundidad ya ni siquiera había peces. Sien el haz de luz de la cámara de vídeo subacuática, la pantalla que Yukiko tenía delante habría parecido apagada por completo.
Pasaron diez minutos.
Después, la voz del  oficial de abordo rompió el silencio sepulcral que rezumaban sus auriculares.
-Creo que he encontrado la avería. No tiene pinta de ser nada grave.
De un compartimento interno de Rovvy salió un brazo mecánico que se alargó hasta rozar el revestimiento del cable.
En este instante, los instrumentos electrónicos que estaban junto a Yikiko parecieron volverse locos.
-¡Espera! ¡Para! -gritó ella instintivamente.
-¿Qué pasa?
-Ha habido... una oscilación de corriente, creo. No te lo sé explicar, pero... ere como una especie de obstrucción...
-¿Yukiko? ¿Te importaría repetírmelo?
-Lo has entendido de sobra: ¡En cuanto has tocado ese cable se ha producido un atasco de corriente!
-¡Pero si no he hecho más que rozarlo! Y además, no me cuadra que un cable de fibra óptica se pueda <<atascar>>.
La muchacha hizo caso omiso de aquel comentario y echó un vistazo rápido a los monitores.
-Sea como sea, parece que ahora todo está de nuevo en su sitio. Las comunicaciones vuelven a funcionar perfectamente.
-¿Quieres que sigamos de todas formas con la reparación?
-No, no, no hace ninguna falta. Se suspende la misión. Saca de ahí a Rovvy y vuélvete a casa.
-Perfecto. Así esta noche podremos salir juntos.
Yukiko sonrió y se colocó un mechón detrás de la oreja.
-¿Por qué no?
Mientras en Japón internet volvía a funcionar, en Francia una chiquilla de trece años estaba tomándose el desayuno en el comedor de la academia Kadic. Se llamaba Aelita Stones, pero a lo largo se su breve vida había usado muchos nombres distintos. No era alta para su edad, y tenía una naricilla pequeña y respingona, unos ojos grandes y una melenita de un rojo vivo cortada a la garçon. Iba vestida con un peto de aspecto cómodo, y tenía una mirada más bien seria que desentonaba con la alegría del resto de los estudiantes.
En el comedor se respiraba un aire festivo: eres el penúltimo día de clase antes de las vacaciones de Navidad, y el curso no volvería a empezar hasta enero, casi veinte días más tarde.
Un montón de tiempo a su disposición para pasarlo en su casa con mamá y papá.
Pero los planes de Aelita eran bien distintos, no tan placenteros. De hecho, ya no tenía padres. Aelita sentía como si hubieran pasado siglos desde que se quedara definitivamente sola en el mundo. Desde aquel horrible día en que su padre...
-¿Va todo bien? -le preguntó de sopetón Jeremy haciendo que se sobresaltase.
Jeremy Belpois tenía trece años, como ella, el pelo rubio y algo largo y unas gafas redondas sobre la nariz. Para ella, Jeremy era una persona importante, porque aquel terrible día en que su padre...
-¿Aelita?
cruasán a medio camino entre el plato y la boca entreabierta y la mirada perdida en el vacío.
-Le ha dado un aire de la emoción -comentó el tercer amigo. Era Odd Della Robbia, tan sonriente como siempre, con el pelo de punta por encima de la cabeza y su típico look de roquero-. Entonces, Jeremy, ¿está listo nuestro diabólico plan? -preguntó Odd volviéndose hacia su amigo.
-Hasta el más mínimo detalle -asintió Jeremy-. Aelita y yo iremos a casa de mis padres a pasar las vacaciones. Mi madre está encantada de tener a una chica a la que mimar.
-¿Y tú no?
-Déjalo, Odd.
-Nuestro informático romanticón...
Jeremy se ruborizó, pero siguió hablando como si tal cosa, con la mirada fija en el plato.
-Volveremos a la academia el domingo 9. Un día antes de que empiecen las clases.
-¡Perfecto! ¿Qué le has contado a tus viejos?
.Que voy a dormir en casa de Ulrich.
-¡Yo también! Total, no se les ocurriría comprobarlo ni en un millón de años. ¿Y los demás? ¿Los has llamado?
-No, pero ya está todo hablado. No creo que vaya a haber problemas.
-¡Oye, Aelita! ¿Estás aquí? -le preguntó Odd a la muchacha después de darse cuenta de que en todo ese rato no había movido ni un solo músculo. El cruasán estaba todavía quieto delante de su nariz.
-Aelita, si es algún tipo de broma, no es divertida -dijo Jeremy con aire preocupado.
La muchacha lo miró fijamente, casi sin parpadear.
-Tú te llamas Jeremy, ¿verdad?
Él la miró, incrédulo, y luego rió, algo cohibido. Odd fingió que le seguía la corriente.
-Sí. Él es Jeremy, y yo soy Odd. Somos tus mejores amigos. ¿Te acuerdas?
Pretendía ser un chiste, pero Aelita no se rió.
-No -le espetó como única respuesta.

3 comentarios:

  1. ¿Te importa si publico los libros en mi blog? Por supuesto, incluiría toda la información concerniente a ti, no pretendo robar tu trabajo ni nada por el estilo.

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    Respuestas
    1. No, puedes publicarlos, pero te pido dos favores: que me cites, y si me puedes decir la dirección de tu blog.
      Saludos

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  2. Muchas gracias, eres muy considerada, aunque me da un poco de vergüenza que veas mi blog, no es gran cosa, acabo de empezar. Aún así, si quieres verlo esta es la dirección http://pandorawld.blogspot.com.es/ No seas muy crítica, por favor, lo he tenido algo abandonado últimamente. Tardaré en publicar tus libros.

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