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miércoles, 13 de abril de 2011

3º capítulo.

                                                      Eric McKinsky
                               [Estados Unidos. California. 9 de enero]
-¿Te apuntas al partido de béisbol de esta tarde?
-Si... Osea, no lo sé... A lo mejor estoy liado.
-¿Aún andas a vueltas con este conjunto de música?
-No es un <<conjunto>>. Es el grupo del siglo.
-Si tú lo dices...
El primero de los dos chiquillos que charlaban sentados al borde del campo se llamaba Mark Holeman, un larguirucho de once años que llevaban una gorra y una bufanda de los Massachusetts Rippety Indians, el equipo de béisbol de la escuela. El segundo se llamaba Erik McKinsty, tenía la misma edad y llevaba un plumas fosforito de los Ceb Digital: el <<grupo del siglo>>, precisamente. En la espalda del anorak destacaba una foto en la que Gardenia, la cantante de la banda, saltaba a horcajadas de una guitarra igual que una bruja en su escoba.
Ante los muchachos se abría el claro ventoso del campo de juego de los Rippety Indians. Tras ellos se alzaba, amenazador, el edificio moderno y algo triste de la Rippety Indians: una especie de gran cubo rosa con amplias ventanas de cristal que brotaban al tun-tún en medio de la fachada.
Mark arrancó del suelo un manojo de césped amarillento y suspiró.
-Mira. Los Ceb Digital son totales, y Gardenia es estupenda, pero...
-¿Totales? ¿Estupenda? ¡Ella es absolutamente genial! Y esta tarde tenemos el gran concierto...
-Pero, ¿tú te estás oyendo, Erik? Te has vuelto incapaz de pensar en otra cosa. Te encierras en tu habitación te pones sus cedés. Luego te enchufas a internet y te lees su web de cabo a rabo. Luego te sientas delante de la tele a ver su último vídeo...
-¿Y? -respondió Erik, fastidiado, tratando de que no se notase cómo se sacaba el auricular de la oreja. Iban unas trece veces seguidas que escuchaba Luv Luv Punka, el último single del grupo. Eran la caña.
-¡Demonios! ¡Que los Ceb Digital no son lo único que hay en la vida!
-Ah, bueno, está claro que es mejor quedarse aquí, mirando cómo los Indians se dejan hacer trizas en el campo por... por no sé qué equipo. Si por lo menos te dejasen jugar...
Ése había sido un golpe bajo, y Erik se arrepintió inmediatamente. Jugar en el equipo de la escuela era el gran sueño de Mark. Hacía ya dos años que su amigo no se perdía un solo entrenamiento, y trataba por todos los medios de convencer al entrenador de que le dejara entrar en la alineación. Pero por más que se empeñase, nunca veía premiados sus esfuerzos: Mark era una auténtico negado para el béisbol.
-¡Yo por lo menos estoy al aire libre!
-¡Pero si estamos en invierno! Y hace un frío que pela, para más inri.
Era verdad. Se levantaron y corrieron a recoger las bicis que habían dejado tiradas al lado de la alambrada del campo.

Erik derrapó en el camino helado, y frenó la bicicleta contra un buzón torcido en el que estaba escrito McKinsky.
-¡Mamá, ya estoy en casa! -chilló mientras abría la puerta de par en par. Luego dejó caer la mochila y se sacó el plumas. Entrevió a su madre por el rabillo del ojo. Estaba en el salón, echada e un esterilla azul.
-¡Hola...teso...rín! -jadeó la mujer-. ¡Estoy...haciendo...mis...ejercicios!
La madre de Erik era una entusiasta del aeróbic, y se pasaba todas las mañanas haciendo los <<ejercicios de calentamiento>>, como los llamaba ella, y por las tardes se iba al gimnasio.
-¡Me subo a mi cuarto!
-¡En cuen...to a...cabe...los...esti...ramientos...voy a...darte un...beso!

En la pantalla del ordenador parpadeó un texto que decía MUSIC-OH. Y a continuación, ESTÁS CONECTADO.
Los altavoces emitían a todo volumen Luv Luv Punka, y los ojos violáceos de Gardenia parecían espiar a Erik desde su fondo de escritorio.
Tenía veintidós e-mails no leídos. El boletín oficial de los Ceb Digital, un tío que quería comprar las entradas del concierto y estaba dispuesto a pagar <<la cantidad que fuese>> y los nuevos mensajes del foro Music-Oh. El muchacho se dedicó a estos últimos, con calma.
Una tal Lisette93 decía:
olaaa erik!!!! toy suprmegacontnta d q ayas resp n el foro asi ahora yo tmbien soy 1 verdra fan!!!!!!

Erik estaba a punto de borrar el mensaje, pero las frases siguienes le llamaron la atención.

pa dart ls grcias kiero nseñart 1 cosa siprmgasecreta: 2 foto de gardnia d cuand trabajaba d kamarera ants d q su stupenda voz la cnviertiera n 1 autntik estrella!!!
pro no m prgunts como e encntrado sta joyita...

Un escalofrío sacudió a Erik. Todos los auténticos admiradores de los Ceb Digital sabían que Gardenia, antes de montar el grupo con el gitarrista, Freno, había trabajado como camarera en el restaurante Skate Willy de Boston. Y todos sabían que el representante del grupo había hecho desaparecer cada foto, cada servilleta de papel firmada y cada camiseta usado por Gardenia en aquella época en cuanto la banda alcanzó el éxito. No existía ni una sola imagen de Gardenia con el uniforme de <<Willy-Girl>>,y si hubiese habido alguna, pues... habría tenido un valor incalculable.
El e-mail de Lisette93 no tenía adjuntos, sino tan sólo un enlace. Erikclic en él con la mano temblorosa.
.¡Aquí estoy, pichurrín! -gorjeó su madre, entrando en la habitación en ese preciso instante rodeada de una nube de perfume de melocotón-. Anda, baja, que te he preparado un tentempié.
Erik todavía estaba mirando la pantalla sin parpadear, embobado.
-Ahora voy. Un momentito.
Su madre le revolvió efectuosamente el pelo.
-¡Tsch, siempre delante del dichoso ordenador! Eso no es nada sano. Vamos abajo, que ya son las diez y aún no te has metido nada entre pecho y espalda.
Su tono no admitía discusión. Erik entendió que iba a tener que posponer su cita con Gardenia.

En ese instante, dentro del ordenador del muchacho otro ser también se resignó a esperar.
La criatura digital flotaba sin nombre ni recuerdos en una nada infinita. Se había quedado mucho tiempo esperando bajo las aguas del mar, como una larva encerrada en su crisálida que aguardase únicamente el instante adecuado para abrirse y volverse adulta. Después una cuchilla de luz había rajado la oscuridad. Una pinza mecánica se le había acercado lentamente, bajo la presión de miles de metros cúbicos de agua. Y la había rozado.
Así se había despertado.
Pero no sabía por qué. Ni tampoco qué tenía que hacer.
Tan solo sentía el urgente deseos de recuperar sus recuerdos. Estaba segura de que aún existían en algún lugar, pero¿dónde? Debía encontrarlos: le permitirían entender qué hacer.
La <<cosa>> agazapada en el ordenador de Erik sabía que aquella memoria la estaba esperando, guardada en una invisible caja fuerte.
Necesitaba una llave para abrirla. Necesitaba un órgano con el que mirar por el ojo de la cerradura.
Oh, sí. Un ojo.
Eso era justo lo que necesitaba encontrar: su propio ojo.
El ojo de X.A.N.A.

Erik no tuvo más remedio que engullir un batido de zanahorias asqueroso y tragarse, además, el clásico sermón de su madre.
-¡Te has pasado todas las vacaciones encerrado en tu cuarto, escuchando música! Por lo menos podrías salir un poco con ese amigo tuyo, Mark, o hacer un poco de deporte...
Mientras fingía que la estaba escuchando, Erik sintió crecer dentro de sí ese gusanillo de los nervios: no lograba sacarse de la cabeza aquel e-mail.
Tan pronto como su madre volvió a dedicarse a sus ejercicios, el muchacho subió corriendo a su habitación y cerró la puerta con llave para asegurarse de que no lo volviese a molestar.

pro no m prgunts como e encntrado sta joyita...

Erik contuvo la respiración, emocionado. Después esa emoción se transformó en miedo. Esta vez los Ceb Digital no tenían nada que ver con ello. Era un miedo sutil, la sensación que uno siente cuando piensa que hay algo que no está nada bien al otro lado de la puerta cerrada que tiene delante. La mano posado sobre el ratón titubeó. Clic.
En la pantalla no apreció la Gardenia de grandes ojos violáceos. En realidad, ni siquiera había una foto. Lo que si había era un dibujo.
Tenía un círculo en el medio, y otros dos círculos concéntricos a su alrededor. El tercer círculo, el más alejado del centro, estaba interrumpido por una rayita vertical en la parte de arriba y tres rayitas gruesas, una vertical y dos diagonales, en la parte inferior.
-El timo de siempre... -gruñó Erik, desilusionado.
Pero luego se quedó mirando el dibujo. ¿Qué era exactamente esa movida? ¿Una diana? ¿Algún logotipo?
Erik no lograba despegar los ojos de la pantalla. No sabía muy bien por qué, pero ese dibujo le traía a la cabeza algo muy concreto.
Un ojo.
Hizo clic en él

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