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miércoles, 27 de abril de 2011

9º capítulo.

                                           Eva Eskinner
                                                   [Estados Unidos, California, 9 de enero]
A vista de pájaro, el Meredith Logan Junior High School parecía un hotel de lujo más que un instituto: un único edificio de seis plantas, con forma de herradura, que abrazaba un gran patio principal. Árboles y senderos, un campo de golf y un río artificial en que los alumnos y alumnas podían practicar remo.
El Meredith se encontraba entre la ciudad de Berkeley y el Briones Regional Park, en California. Estaba considerado como uno de los mejores institutos de secundaria de los Estados Unidos, y no sólo por la gran calidad de su profesorado, sino también por su capacidad para organizar eventos de todo tipo, desde conciertos hasta competiciones  deportivas.
El domingo 9 de enero todo el instituto estaba revolucionado. Desde el amanecer el patio había sido invadido por camiones y caravanas, y ahora un ejército de trabajadores descargaba, montaba, enchufaba cables y apretaba pernos y tornillos. Más o menos a mediodía, al caos general se le unieron los estudiantes que habían adelantado su vuelta de las vacaciones.
Era un día insólitamente caluroso para esa estación. Más de veinte grados. Los muchachos se aglomeraban, vestidos con camisetas de manga corta, bajo las guirnaldas que había colgadas por todas partes y las banderolas que anunciaban: ¡CEB DIGITAL EN CONCIERTO!
Un grupito de tres chicas se sentó con sus cestitas de comida al pie del Old Joe, el anciano pino situado en una pequeña colina al lado del instituto. Desde allí se tenía una vista fantástica de todo el patio.
-Es increíble, ¿verdad? -dijo Susy, presa de la excitación-. ¡Valía la pena de verdad volver al instituto un día antes!
-¡Yo no veo la hora! -coincidió Jennifer-. Ya se puede ver el escenario. ¡Caramba, es enorme!
La tercera muchacha, Eva Skinner, tenía el pelo rubio y lo llevaba corto para resaltar las líneas perfectas de su pequeña nariz.
Eva volvió la mirada hacia sus compañeras, moviendo sus ojos, de un azul intenso, y sus largas pestañas de un modo que hacía que muchos de los alumnos masculinos del Meredith girasen la cabeza.
-Es grande, pero en Los Ángeles era por lo menos el doble -comentó con frialdad.
De todas ellas, Eva era la única que había tenido la suerte de asistir al acontecimiento del siglo: el concierto de los Ceb Digitals en Los Ángeles, ante un público de casi cien mil personas. Por eso había sido elegida presidenta del club de fans del instituto y ahora podía permitirse juzgar el trabajo de los obreros.
Susy suspiró.
-Mi padre me había prometido llevarme a mi también, pero luego le salió un compromiso en el último momento.
-Bueno, pero para hacerse perdonar estas navidades te ha regalado un poni -le recordó Jennifer.
-Caballos. Menudo asco: apestan.
-De todas formas, ese escenario al final no es tan grande -sentenció Eva para volver a conducir la conversación a su tema preferido-. Incluso los focos son pequeños. Y además, en Los Ángeles el concierto era de noche, y no por la tarde. ¡Ni punto de comparación! En la oscuridad, las imágenes de Gardenia llegaban a las estrellas...
-¡Yo tenía que haber estado allí! -se lamentó Susy. Luego rebuscó en su bolso y sacó la cámara digital que le habían regalado sus tíos por su cumpleaños-. ¿Vamos a sacar unas fotos? Así podemos colgarlas en el foro de Music-Oh.
Eva torció el gesto, no muy convencida.
-Sólo quedan tres horas para el concierto, y todavía tengo que darme una ducha, peinarme, maquillarme y escoger un vestido. No tengo tiempo para...
-Pero tú eres la presidenta -puntualizó Jennifer con una sonrisa maliciosa-. Ciertos honores te corresponden a ti.
Eva tuvo que entretenerse en el convite que había a la entrada del instituto para apuntar los nombres de todos lo que querían la foto de Gardenia o de otro miembro del grupo con su correspondiente autógrafo. Luego, Susy le `pidió que la ayudase a elegir su vestido. Y, para más inri, Jennifer le suplicó que le echase una mano con su peinado.
-¿Y yo cuándo me preparo?
-Tú estás ya guapísima como estás. Porfaplís, ¡es una emergencia!
Eva la ayudó a secarse el pelo, peinarse y teñirse un mechón de rosa.
-Igualito que Gardenia -afirmó Jennifer mientras se remiraba en el espejo con satisfacción.
Eva se mordió la lengua para no comentar que al pelo de color arena de su amiga ese mechón tan colorido lo único que hacía era darle un aspecto un poco estúpido. Estaba dispuesta incluso a pintarle la cara de verde con tal de que la dejase volver a su cuarto.
Cuando por fin salió de la habitación de Jennifer, Susy vino corriendo hacia ella por el pasillo.
-¿Y ahora qué pasa? -le espetó Eva, ya totalmente desesperada.
Susy le entregó un CD.
-Las fotos -jadeó-. Te las he metido aquí.
-Pero, ¿no puedo publicarlas en la web después del concierto? ¡Ya sólo falta una hora!
-Estás de guasa, ¿verdad? Con los Ceb aquí, en el Meredith, haremos millones de contactos. ¡No querrás que todos esos fans se queden con las ganas!
-Lo capto, lo capto. Trae acá.

Eva entró en su habitación hecha un basilisco, se desnudó y se metió bajo la ducha. En lugar del largo baño relajante que tenía programado, se vio obligada a contentarse con algo rápido. Luego se arrebujó en el albornoz, se enroscó una toalla limpia en torno al pelo mojado y corrió a sentarse al ordenador, dejando un reguero de agua en el suelo.
Subir las fotos iba a ser un trabajazo. Cuando había conciertos, el sitio de Music-Oh cargaba con una lentitud espeluznante.
En lo que el ordenador terminaba de encenderse, Eva aprovechó para pintarse las uñas. Sacudió las manos adelante y atrás para ir secando el esmalte.
Mientras tanto pulsó con el pie el botón de apertura del lector de DVD.
Por suerte, como presidenta del club de fans le había reservado un sitio en primera fila, y no le haría falta llegar con tiempo para agolparse contra las vallas como los simples mortales.
Pero de todas formas seguía siendo una carrera contrarreloj.
Agarró el ratón e hizo clic en el icono de Music-Oh. En la pantalla apareció el logotipo de los Ceb Digital: una rosa con un tallo que terminaba en forma de guitarra eléctrica. Eva sólo le dedicó una mirada distraída.
    La imagen tembló y ondeó, la corola se ensanchó, y el color rojo se oscureció hasta que en lugar del logo apareció un extraño dibujo. Dos círculos concéntricos negros con cuatro barras verticales, arriba y abajo.
    La muchacha parpadeó, confusa.
    Su ratón soltó una chispa azulada.
    Después, Eva ya no recordó nada.

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