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martes, 19 de abril de 2011

6º capítulo

                                                          No soy humana
Tiempo. Necesitaban tiempo.
Tiempo para entender qué era X.A.N.A.
Y quién o qué era Aelita.
Los muchachos volvieron a sus vidas cotidianas, a las actividades normales de la escuela: las clases, los deberes, las estúpidas quedadas entre chavales que ahora trataban de evitar a toda costa... Pero en cuanto podían se encontraban para hablar en el se creto más absoluto de Aelita, X.A.N.A. y todo lo que tuviese que ver con Lyoko, aquel extraño mundo virtual que poco a poco estaban empezando a conocer, pero que aún así seguía constelado de zonas sombrías.
La forma en la que Jeremy había tratado de explicarse la cuestión era que X.A.N.A. era una especie de virus enloquecido y Aelita, su ativirus natural. Pero esa explicación no bastaba para entenderlo todo.
Más bien, a decir verdad, no bastaba para entender casi nada.
¿Qué eran aquellas torres? ¿Por qué había tantas diseminadas por cuatro sectores? ¿Y esos extraños fenómenos electrónicos que habían empezado a suceder desde que había encendido el superordenador? Bombillas que explotaban, impresoras y minicadenas que se encendían solas, televisores que emitían resplandores azules y luego no volvían a dar señales de vida... ¿Había alguna relación entre esos acontecimientos y Lyoko, o estaban simplemente volviéndose los tres un poco paranoicos?
Tiempo.
Necesitaban tiempo.
Y a lo mejor, con el tiempo...

Con unas enormes ojeras negras, Jeremy alzó la cabeza de la consola del superordenador, tratando de quitarse de encima esos pensamientos.
-Y ésta, ¿quién es? - le preguntó a Ulrich, con cierto tono de reproche, mientras señalaba a la muchacha que estaba a su lado, que miraba a su alrededor con los ojos abiertos de par en par por la estupefacción. En realidad, la conocía, por lo menos de vista.
Sabía que se llamaba Yumi Ishiyama. Y que era un año mayor que ellos.
Su amigo agachó la cabeza y se ruborizó ligeramente.
-Bueno, ella... Es decir... eeeeh... Me ha seguido. La he pillado fisgoneando por abajo...
-En la habitación de los escáneres -completó la muchacha.
Ulrich se sentía violentísimo. Yumi, como poco, aguerrida.
-Así que le has contado todo, ¿eh? -masculló Jeremy, contrariado.
-¡No le he contado nada de nada!
-Y entonces, ¿cómo es que ha venido a parar aquí?
-¡Hombres! -exclamó Yumi-. ¿Desde cuando se supone qué sabéis mantener un secreto? ¡Venga, hombre, que yo también quiero entrar en ese mundo de Lyoko!
-Dejémoslo estar.
-¿Es que os pensáis que tengo miedo?
-No es asunto para mujercitas... -bufó Jeremy, agotadísimo.
-¿Ah, no? ¡Ulrich me ha dicho que ahí dentro hay una chica! -dijo Yumi señalando las pantallas del ordenador.
Jeremy le dirigió a su amigo una mirada de enfado.
-Bueno... algo, lo que se dice algo... se lo he contado, Jeremy, pero...
-¡A estas alturas estará arta de tratar con tres chiquillos como vosotros! -prosiguió Yumi-. Me imagino que sentirá la necesidad de hablar en serio con otra chica.
Jeremy pareció sopesar el asunto.
-¡No le hagas ni caso, Jeremy! -intervino Ulrich-. ¡Menuda <<chica>>! Yumi sabe más artes marciales que cualquier tío. Y arrea como el que más: si yo soy un samurai, ella vale por dos.
Yumi lo fulminó con la mirada. Pero Jeremy ya no estaba escuchando. Estaba pensando si la aparición de Yumi, en vez de un desagradable contratiempo, podría considerarse como una oportunidad. Puede que Yumi tuviese razón. Tal vez la chica virtual hablaría más a sus anchas con otra chica como ella. Tal vez. Aunque a esas alturas Aelita y él ya se entendían muy bien.
Jeremy asintió con un gesto expeditivo.
-Estás bien. Si de verdad tienes tantas ganas, preparaos.
El escáner se cerró en un abrazo en torno a Yumi. Luego se hizo la luz, y el aire caliente que la rodeó le alzó el cabello hacia el cielo. Yumi se <<materializó>> en Lyoko con un quimono tradicional cerrado por un obi alto y estrecho que estaba anudado por la espalda con un lazo rígido. Llevaba el pelo recogido y sujeto por unos palillos.
Su cara estaba cubierta de maquillaje blanco, y tenía un par de abanicos tan afilados como cuchillas en las manos.
Yumi y Ulrich habían aparecido en el sector del desierto. Dunas poco pronunciadas interrumpidas de cuando en cuando por algunas rocas: un paisaje tan vacío y desolado que daba vértigo.
Pero Yumi ya sentía vértigo por su cuenta. Se sentía como mínimo desorientada.
-¿Qué tal estás? -le preguntó Ulrich con tono comprensivo.
-Bien... creo.
-Al principio no es nada fácil moverse aquí dentro. Pero el quimono te queda muy bien. ¡Estás brutal!
Yumi no le respondió. Dio un par de pasos, sintiendo como le zumbaba la cabeza. <<Es sólo porque no es real -pensó-. Por eso hace que me sienta tan desubicada. Es porque no reconozco ningún elemento del ambiente en el que suelo moverme>>.
-No te preocupes -le dijo Ulrich con una sonrisa-. Tus ojos y tu cuerpo todavía tienen que acostumbrarse a Lyoko. Sólo hace falta un poco de tiempo.
Yumi miró la torre blanca que se destacaba en la lotananza.
No conseguía entender que finalidad podía tener aquel edificio.
La base de la torre era oscura y tenía unas gruesas raíces que la anclaban al terreno, y luego se proyectaba hacia arriba un cilindro blanquísimo que se perdía en un cielo carente de dimensiones.
-Es bonita, ¿verdad? -le preguntó una voz junto a ella.
Yumi se giró. Era Aelita.
Quién sabe por qué, pero se la había imaginado distinta, más alta, más... adulta. Y sin embargo tenía frente a ella a una especie de niña asustada.
-Bonita y... misteriosa -respondió mientras volvía a dirigir su mirada hacia la torre.
Ulrich se alejó de las muchachas.
-Y nosotros no podemos entrar. Sólo ella puede -dijo señalando a Aelita.
Yumi asintió con la cabeza.
-Ulrich me ha contado que tú eres la... guardiana de todo esto.
-En cierto sentido sí.
-Y también me ha dicho que hay... monstruos que te persiguen.
-Y que os persiguen a vosotros, si estáis conmigo.
-¿Por qué?
-No lo sé. Como tampoco sé cual es la razón por la que todas esas torres...
Aelita no logró acabar la frase.
Todo el horizonte se vio sacudido por una fuerte vibración, como una especie de terremoto digital, que hizo que los muchachos se tambaleasen. Al instante siguiente la torre, que antes había sido blanquísima, despidió antes sus ojos un resplandor azul, y luego empezó a exudar una inquietante niebla de color rojo sangre. Un canto estridente y agudo se propagó por el aire, como el chirrido de mil tizas contra la superficie de una gigantesca pizarra.
-¡Fuera de ahí, rápido! -gritó Jeremy desde el aire que los rodeaba.
-¿Qué es lo que pasa? -preguntó Yumi, asustada.
La muchacha elfa la tomó de la mano y la llevó al abrigo de una roca agrietada que había tras ellos.
-Quédate aquí quieta -le aconsejó-. Con suerte, él no debería verte.
-Pero, ¿qué está pasando? ¿Quién no debería verme?
-X.A.N.A., el ser que me está persiguiendo
La torre empezó a emitir siniestros resplandores intermitentes.
Aelita la observó con preocupación.
.Me ha encontrado -añadió con la voz cargada de preocupación-. Está llamando a los monstruos para...
Una vez más, no consiguió terminar la frase.
-De repente, de la arena que había junto a ellas salió el esquelético cuerpo de un monstruo aracnoide, que se levantó de golpe, aferrándola.
Yumi rodó por la arena.
¡Aelita, no! -gritó Jeremy, alarmado.
Pero, en lugar de golpear a la muchacha, la tarántula la levantó y la acercó a su largo hocico peludo. Un instante después, una horrible trompa empezó a apretarse contra su pecho.
-¡NO!
Aelita se quedó sin aliento. La trompa la estaba aplastando, como si quisiera atravesarla de parte a parte. El ojo de X.A.N.A. dibujado en el cuerpo de la araña estaba tan cerca como para poder tocarlo.
  El monstruo la estaba olfateando.
Después se oyó como un silbido metálico hendía el aire.
El abanico de Yumi apareció de la nada y cortó en dos el hocico de la tarántula, saliendo por el ojo de X.A.N.A. con un chorro de luz.
El monstruo se desintegró, y Aelita cayó en la arena.
Una mano la ayudó a levantarse. Era la de Ulrich.
Perdona si hemos tardado un poco -le dijo él con una sonrisa.
Detrás de ellos, en la torre, vibraban unos reflejos inquietantes.
Tengo que... ir a curarla. .dijo la muchacha de forma mecánica.
La escoltaron hasta las raíces de la torre, y entonces Aelita atravesó la pared y subió hasta la plataforma superior.
Apoyó una mano en la pantalla translúcida. Fue reconocida.

AELITA.
CÓDIGO LYOKO.

Los símbolos de las paredes de la torre empezaron a caer, y una vez más X.A.N.A. fue reabsorbido. Borrado. Exiliado.
-¿Se desplaza... a través de las torres? -estaba preguntando Yumi mientras esperaba fuera.
El viento del desierto deperdigaba la arena en todas direcciones.
-Algo por el estilo -respondió Ulrich-. Y quiere a Aelita.
-¿De modo que volverá?
-Él siempre vuelve... -susurró la pequeña elfa, brotando de repente del muro blanco y cilíndrico de la torre. Se tambaleó delante de ellos y se desplomó en los brazos de Yumi, extenuada.
-¿Qué te ocurre? -le preguntó Yumi mientras la sostenía y le acariciaba el rostro-. Pareces muy cansada.
-Enseguida se me pasa...
Yumi miró a Ulrich, preocupada.
-¿No podemos llevárnosla de aquí?
-No sabemos como hacerlo.
-¿Jeremy?
Ulrich tiene razón. Cuando os encontráis en Lyoko disponéis de un cierto número de puntos de vida. Cada vez que os alcanzan los monstruos esos puntos disminuyen un poco. Cuando llegáis a cero, salís del juego. Pero para ella es distinto...
Al oír aquellas palabras, Aelita alzó la mirada. Tenía lágrimas en los ojos.
-Sí, ara mi es distinto. Yo soy distinta. Vosotros sólo estáis <<jugando>> a la realidad virtual, pero yo vivo dentro de Lyoko, ¡ésta es mi realidad!
.Aelita, no...
-¡Yo no soy humana! ¡Soy un programa de ordenador!
-¡Te equivocas! -Jeremy sacudió la cabeza con fuerza-. X.A.N.A. es un programa de ordenador, ¡pero tú no! Tú no eres así.
-Soy exactamente así.
-Estás temblando -dijo Yumi, estrechándola contra su pecho como una hermana mayor.
Aelita la miró.
-Estás temblando de miedo -continuó Yumi, sonriendo-. Y, por lo que yo sé, los programas de ordenador no sienten miedo.

Aprisionada en el universo digital de Lyoko, la muchacha de las orejas puntiagudas no sentía ni padecía sueño, hambre ni sed. Y no envejecía.
Jeremy, por el contrario, tenía un dolor de cabeza perenne que hacía días que no le dejaba en paz. Ahora se pasaba ya casi todo el tiempo delante del ordenador. Programaba, analizaba y trataba de entender. Pero sobre todo hablaba con Aelita.
-Ánimo, Aelita -susurró en la habitación sumida en la oscuridad-. Ahora ponte en pie y concéntrate.
-¿Qué hora es ahí?
Jeremy miró el relog de su ordenador: las tres y media de la madrugada.
-No es muy tarde -mintió.
Llevaba encerrado en su cuarto de la residencia... ya ni sabía cuanto tiempo. Había establecido una conexión remota con el ordenador de la fábrica. Algo no demasiado difícil para un niño prodigio de la informática como él.
Jeremy se había atrincherado en su cuarto desde el día en que Yumi había entrado a formar parte del grupo. Ya casi no salía ni para cenar. Odd y Ulrich le llevaban algo del comedor.
Le habían aconsejado que descansase, pero él no les había hecho caso.
-Vamos a intentarlo otra vez.
-No estoy segura de querer hacerlo, Jeremy.
-Tenemos que hacerlo. No conozco ninguna otra forma.
-Como quieras. Pero te estás equivocando.
-No me estoy equivocando.
Jeremy la observó en la pantalla mientras atravesaba los círculos concéntricos luminosos trazados en el suelo de la torre 3.
Luego cruzó los dedos y activó el programa.
Se trataba de un algoritmo capaz de cotejar los datos digitales de la Aelita de Lyoko con los que estaban almacenados en la memoria del centro de control de la vieja fábrica. Todas las personas que habían entrado en Lyoko habían sido descompuestos en datos virtuales y guardados luego en la memoria de su ordenador. Esos datos eran indispensables para que se pudiera efectuar el paso contrario.
Pero, por alguna razón, los datos de Aelita no coincidían.
Dentro de la torre 3, Aelita de elevó en aire, con la cabeza echada hacia atrás y los brazos pegados a los costados. Luego empezó a volverse transparente, hasta que no quedó nada de ella más que una silueta, un esbozo tridimensional.
La muchacha ya no podía oírlo. Jeremy se concentró en la pantallas de su ordenador, donde una columna de números pasaba a gran velocidad junto al dibujo de ella.
Veinte por ciento. Treinta. Cuarenta. Una vez pasado el setenta, contuvo la respiración.
El ordenador llegó al noventa y comenzó a perder velocidad. El labio superior del muchacho estaba perlado de sudor. Noventa y tres. Noventa y cuatro.
El ordenador llegó al noventa y nueve por ciento, y entonces se bloqueó.

ERROR EN CORRESPONDENCIA.

-Pero, ¡¿por qué?! -se enfureció Jeremy, dando un puñetazo en la mesa. Pulsó algunas teclas, y dentro de la torre Aelita empezó a recobrar su forma habitual, hasta que volvió a posarse en el suelo.
-¿Qué tal ha ido esta vez? -preguntó en cuanto volvió en sí.
-Todavía no lo tenemos. Tu cuerpo puede rematerializarse, y eso quiere decir que entraste ahí dentro a través de los mismos escáneres de la fábrica... pero por algún motivo no puedes salir de allí. Tienes un problema en la cabeza, creo.
-¿En la cabeza? ¿Y eso qué quiere decir?
-Que los datos de entrada no coinziden con los de salida. Que algo en tu cabeza ha... cambiado.
-A lo mejor tiene que ver con mi pérdida de memoria. Puede que tenga menos <<datos>> que antes.
Jeremy estaba observando los números que aparecían en la pantalla.
-O tal vez al contrario: tienes algo más.
Aelita lo miró con curiosidad.
-¿Puedes enviarme los datos que estás leyendo en tu ordenador? Me gustaría echarles un vistazo por mi cuenta.
-Creo que sí.
Dentro de la torre blanca que le servía como refugio apareció una pantalla flotante, y en unos instantes se abarrotó de números. La muchacha los estudió con atención.
-Estos números son como... recuerdos. Un montonazo de recuerdos -murmuró al final.
Jeremy reflexionó durante un momento, y luego asintió con la cabeza. La memoria de Aelita siempre había sido frágil y vulnerable. Hasta ahora no había tenido en consideración la hipótesis de que esto pudiese depender de una superabundancia de información, y no al revés.
-Qué curioso -añadió la muchacha.
¿El qué?
-Tengo la cabeza llena de recuerdos... ¡que no recuerdo!
-Como si no te perteneciesen -murmuró Jeremy, casi perdido en sus propios pensamientos-. Como si alguien te los hubiese añadido... desde fuera.
Pero, ¿quién haría una cosa así? ¿Y por qué?
-No lo sé.
-A lo mejor son instrucciones que me permiten actuar dentro de Lyoko. Y que fuera de aquí, en el mundo real, no me hacen falta.
-Quizá.
<<O bien son el motivo por el que X.A.N.A. te está dando caza -pensó Jeremy, sin decírselo-. Y por lo que no te mata. A lo mejor quiere esos recuerdos. Los necesita>>.
-¿Jeremy?
.¿Qué pasa?
-¿No podrías intentar llevarme de vuelta borrando esos recuerdos adicionales?
-No creo que sea algo indoloro -suspiró Jeremy.
-Pero puedes intentarlo.
-Corremos el riesgo de dañar tu memoria de forma permanente...
-Pero el resto funcionará bien de todos modos, ¿no te parece?
-¿Y como puedo responderte a eso?
-Yo creo que sí.
-Es algo muy peligroso.
-Bórralos, Jeremy.
-¿Y si al final sigue sin dar resultado? ¿Si descubrimos que te hemos borrado la memoria para nada?
-Entonces querrá decir que te has equivocado.Y que yo nunca fui... como vosotros.
En día en que intentaron materializar a Aelita, Yumi se virtualizó en Lyoko junto a ella. Odd y Ulrich, por su parte, la esperaban en la sala de los escáneres. Habían pensado en todo: Odd le había contado al director Delmas que su prima se iba a cambiar a la academia. Ulrich había falsificado algunos formularios de inscripción y, finalmente, Jeremy había usado su programa de distorsión de voz para confirmar todo el asunto, haciéndose pasar por el padre de Aelita.
Jeremy estaba sentado frente al superordenador, en la sala de control, con el dedo suspendido sobre la tecla borrar, con los monitores repletos de recuerdos <<adicionales>> de la muchacha.
-¡Hazlo, Jeremy! - a pesar de que trataba de parecer segura de sí mismo, Aelita estaba muy tensa.
Yumi le cogió la mano.
-No te preocupes. Todo va a salir bien. Excepto por el inconveniente de que te tocará ir a clase con esos tres chiquillos...
-¿Y tú? -le preguntó Aelita.
-Bueno, yo estoy un curso por delante. pero de todas formas nos veremos a a hora de comer y en los recreos.
-Estaría muy bien.
-Va a ser estupendo, ya lo verás. Seguramente, mucho mejor que esto. En fin, por lo menos allí no hay monstruos contra los que luchar, ni programas malvados dándote caza... -Yumi se detuvo de golpe, mirándola con aire preocupado-. ¿Qué pasa?
Aelita se había llevado una mano a la frente.
-Nada. Un pinchazo muy fuerte en la cabeza.
-Ya está -intervino Jeremy-. Lo he borrado... todo, creo. Ahora, intentemos traerte aquí. ¿Lista?
Aelita respiró hondo. Después cerró los ojos.
-Sí.
-Vale. Métete dentro de la torre. Muy bien. Quédate quieta.
 Ya estaba todo listo. Jeremy comprobó por última vez que todo estaba en orden.
 -¡Materialización! -gritó finalmete, pulsando una tecla.
 Una fracción de segundo más tarde, dentro de Lyoko Aelita se elevó en el aire, se disolvió lentamente y empezó a desaparecer. Cinco por ciento.
 -Toquemos madera... y a ver si esta vez es buena, chicos -susrró Jeremy, incapaz de contener la tensión.
 Mientras tanto, el ordenador seguía procesando, haciendo corresponder a cada trozito de Aelita digital un trozo de la Aelita de carne y hueso, tal y como había sido memorizado por los escáneres.
Treinta por ciento. Cuarenta. Sesenta. Ochenta. Cuando llegó al noventa por ciento comenzó a ir más despacio. Por seguridad, Jeremy inició el programa en el que había estado trabajando toda la noche.
-¡Porgrama enmascararecuerdos activado!
 Noventa y ocho. Noventa y nueve. La pantalla parpadeó con luz roja. Noventa y nueve coma noventa y nueve.
-Venga, venga, venga... ¡CIEN!
 Jeremy se dejó caer contra el respaldo del sillón. ¡Había funcionado!

Más abajo, en la sala de los escáneres, la puerta corredera de una de las columnas se abrió, y una muchacha salió tambaleándose.
Tenía el pelo rojo en lugar de rosa, y las orejas un poco de soplillo, pero no de elfa. Llevaba un vestido definitivamente pasado de moda.
 -¿Aelita? .preguntó Odd con un tono vacilante.
 La muchacha se apoyó contra una pared para sostenerse. Empezó a mirar a su alrededor, pero enseguida se tapó los ojos con la mano, confusa.
Volvió a abrirlos poco a poco, y miró con incredulidad la palma de su mano. Después alzó por fin la cabeza, y vio a Odd y Ulrich, que la miraban fijamente sin decir ni pio.
-Chicos... ¿sois vosotros? Sois... diferentes de como os había imaginado.
.¿Te refieres a que pensabas que aquí también tenía cola? -bromeó Odd-. Bueno, si esperas que me ponga a restregarme contra tus tobillos mientras ronroneo, ¡te equivocas de cabo a rabo!
Siguió un momento de silencio. Luego, los tres rompieron a reir a carcajada limpia, hasta que Ulrich, esforzándose por mantener una cara seria, habló con tono solemne.
-Aelia, ¡bienvenida al mundo real!
-¿Va todo bien? -preguntó Jeremy a través de los altavoces.
-De perlas. Ahora te la llevamos arriba.
-Genial. Mientras tanto materializo también a Yumi.
La voz de Jeremy sonaba seria y profesional, pero se captaba que ya no cabía en si de alegría. Cuando la puerta de la sala del ordenador se abrió, Jeremy se levantó de golpe del sillón, y se quedó mirándolos con las manos detrás de la espalda y una sonrisilla cohibida.
Odd y Ulrich flanqueaban a Aelita como dos guardaespaldas. Jeremy se quitó las gafas y las limpió con el bajo de la camiseta.
-¿A qué estás esperando para abrazarla, campeón? -lo exhortó Ulrich.
-Bueno, esto...
Pero Aelita ya estaba corriendo hacia él, y un instante después había saltado al cuello de su salvador.

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